Agromandriles: un toque de atención para educar en la filosofía libertaria a los argentinos con problemas de comprensión.
Por favor, que alguien le informe a Lucía Lorena Klug, diputada provincial bonaerense por Unión por la Patria, que las elecciones legislativas nacionales ya finalizaron y que no es necesario, por el momento, que su ámbito partidario siga haciendo esfuerzos para promocionar el voto libertario. Ya habrá oportunidad de retomar la iniciativa dentro de un año y medio.
Es probable que el apuro de Klug se deba a que su mandato en la Legislatura bonaerense está a días de finalizar y, por lo tanto, tenga interés en mostrar su rol estelar en la actual dinámica política argentina, el cual consiste en asustar a los enclenques que han comenzado a dudar de la visión magnánima y transformadora del líder Javier Milei.
Parece increíble, pero hay gente que no entiende que hay cosas más importantes que cambiar el iPhone. Pueden durar un tiempo más —incluso un año— con el modelo 15. Como dijo San Martín: “Seamos libres, que lo demás no importa nada”.
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Klug presentó un proyecto que propone la creación de una “Tasa Ambiental sobre el Metano en Buenos Aires (TAMBA)” para aplicar sobre el sector ganadero. Confieso que estoy un poco decepcionado, porque la iniciativa no explora todo el potencial de susto kukardo.
El texto, además de las emisiones de metano generadas por la fermentación entérica de los bovinos, podría haber incorporado también a los humedales, que son otra gran fuente natural de ese gas demonizado por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas.
En muchos barrios cerrados lindantes o instalados en zonas de humedales vive gente que no tiene nada que ver con la ganadería. Se podría haber ampliado el público objetivo de la amenaza a un sector mucho más amplio de la sociedad.
No quiero que piensen que soy un quejoso. Me pareció adecuado que la legisladora proponga que lo recaudado por los eructos de los bovinos sea destinado al Fondo Fiduciario para la Mitigación del Metano (FoFiMM). Cuanto más impronunciables sean las siglas del engendro, mayor es su poder terrorífico.
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Sin embargo, en una parte del proyecto se indica que los fondos recaudados podrán ser empleados para financiar la implementación de obras destinadas a gestionar residuos sólidos urbanos. Esto no me termina de cerrar, porque el disparate conceptual del tributo debería estar alineado con su propia finalidad.
Se me ocurre que los fondos podrían destinarse —estoy pensando en voz alta— a financiar campamentos juveniles climáticos o algún instituto social orientado a investigar cuestiones que no le importan a nadie. Es necesario ser más creativos al respecto.
Otro aspecto de mejora —crítica constructiva, no lo tomen a mal— consiste en entender que incluso el absurdo debe tener su propia lógica para que la metodología aplicada pueda promover el resultado buscado.
El texto de la propuesta indica que quedarán exentas del pago del impuesto “aquellas empresas que implementen un sistema de captación y reutilización del gas metano debidamente aprobado por la autoridad de aplicación”.
No sé qué serie de ciencia ficción haya estado viendo Klug, pero no existe nada que permita captar y reutilizar el gas metano de los eructos de los vacunos. Algún fantasioso podrá imaginar un dispositivo colocado en la boca del animal, el cual, por medio de una manguera, vaya recolectando los gases hasta un tanque que luego sirva para alimentar un consumo domiciliario.
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Sí me encantó —nobleza obliga— el párrafo que dice que “a los sujetos obligados corresponde la responsabilidad directa y objetiva derivada del riesgo creado por las obras o actividades que desarrollen y, en consecuencia, responderán ante la autoridad de aplicación por las acciones necesarias para mitigar y compensar daños ambientales derivados de esos riesgos”. Tiene mucha fuerza para generar sobresalto y alarma.
Espero que estas recomendaciones sean tenidas en cuenta para los futuros esfuerzos destinados a consolidar la comprensión entre la población de que la opción de Milei es la única posible. Esperamos nuevas y más inspiradoras iniciativas en lo sucesivo. No aflojen. ¡Viva la libertad, carajo!
