No en todos los casos las liquidaciones mostrarían bajas, aunque el consumo interno se enfría. La lechería enfrenta además la necesidad de sincerar las ventas de leche en negro.
Así como florecen los lapachos y los paraísos, en primavera también llegan los debates por los precios pagados al productor en el sector lechero. Salvo en 2024, cuando el arrastre de la sequía había generado una baja histórica en la producción y la necesidad tenía cara de mayor precio, a esta altura de cada año se repiten los mismos planteos.
Valores en pausa y consumo más selectivo
Los valores venían mostrando un freno para la materia prima, por una combinación de factores que va más allá del cambio de estación.
Básicamente, se observa un crecimiento en la producción, que registra un alza del 11% respecto de 2024, acompañando el ritmo de expansión del consumo, que se sitúa actualmente en un promedio de 188 litros per cápita, con un precio por litro de 477,93 pesos y 6.464,01 pesos por kilo de sólidos. Sin embargo, ese consumo se concentra en los productos más económicos, y el crecimiento de la demanda de hace algunos meses empieza a mostrar un freno por la falta de liquidez económica de los consumidores.
A esto se suma una depresión en los precios internacionales, con cuatro rondas negativas en la subasta electrónica del Global Dairy Trade, en Nueva Zelanda, que ubican a la leche entera en polvo en 3.696 dólares por tonelada, lejos del piso óptimo de los cuatro mil. En medio de esto, una demanda espasmódica —sobre todo de China— hace que el mercado sea irregular.

Exportaciones en baja y nuevos mercados en la mira
En estos días, varias empresas lácteas estuvieron presentes en Anuga, la mayor feria de alimentación global, intentando ampliar acuerdos de exportación o avanzar hacia nuevos clientes. Es claramente esta parte del negocio la que puede sustentar a un sector que, hasta agosto, exportó el 24,7% de la producción, muy lejos del pico de 35 puntos alcanzado en abril, siendo la leche en polvo el producto más representativo, con el 36,7% de las ventas externas, por unos 150 millones de dólares.
Sin embargo, la lechería argentina atravesó un año y medio de expansión, de recuperación, de acceso a créditos a valor producto y de inversión —en la medida de cada unidad productiva—, para que ahora todo parezca haberse frenado o esté en un estado de expectativa.
Bajas primaverales y tensiones en las pymes lácteas
Días atrás se hizo público un comunicado de la Asociación de Pequeñas y Medianas Industrias Lácteas de Santa Fe (APyMIL), que agrupa a algunas firmas de la provincia. En él se menciona el esfuerzo realizado en los últimos meses respecto de los precios al productor del mercado, la recolección total de la materia prima, la caída de los precios al consumo entre cinco y diez puntos, y una suba constante de costos en insumos, logística y servicios.
En medio de esto, se mezclan las crisis de empresas como Verónica, La Suipachense o La Lácteo con este marco sectorial, aunque correspondan a situaciones de manejo interno.
Sin haberlo advertido previamente, APyMIL considera indispensable la revisión de las condiciones de pago de la leche cruda y el inicio del pago por sólidos útiles, un tema planteado durante décadas en reuniones —incluso recientes—, en las que la entidad jamás manifestó este apuro. Algunos recuerdan, incluso, cierta resistencia al respecto en otros tiempos.
Por otra parte, Lácteos Puyehué SRL detalla un panorama “extremadamente complejo” en la industria láctea, con planteos similares a los de APyMIL, pero agravados por la afirmación de que están vendiendo solo el 40% de lo que producen, lo cual complica su capacidad de almacenamiento. Aseguran que “hoy no hay lugar para guardar un queso más” y que “el consumo está completamente frenado”, advirtiendo bajas en los precios al productor, ya que el valor actual estaría “muy por encima de la capacidad real del negocio”.
Subas selectivas y acuerdos de oportunidad
Como contrapartida, hay una empresa grande que está ofreciendo a sus productores más eficientes hasta un 5% de aumento en los valores, ya que paga por calidad desde hace años y no sorprende con un rapto repentino de conciencia. Claro que advierten que el mes próximo el ajuste al alza podría ser de solo un punto porcentual.

Hay casos en los que los precios no se recortan, pero se posterga hasta un 25% de los pagos mensuales, incluso hasta el mes de enero. Algunos estiman también que los pagos podrían tener un leve incremento, aunque las liquidaciones de septiembre no llegarían con cifras tan dramáticas como algunos intentan instalar.
El desafío de transparentar el negocio
En este contexto, lo que nadie expone —pero todos saben— es que llegó el momento de dejar de lado los acuerdos que existen entre productores e industrias por la llamada “vía 2”. No se trata de una cuestión ferroviaria, sino de la compra y venta de leche en negro, que representa un volumen considerable en el sector.
En momentos de abundancia y merma en la demanda, este tipo de acuerdos tiende a aflojarse, aunque son los que durante el resto del año distorsionan el negocio, favoreciendo a algunos y perjudicando a muchos, con la alteración de los números económicos y de los volúmenes informados.
Estos sacudones en el sector lechero deberían servir para ordenar estas situaciones, generar debates y planificaciones que saquen a la cadena del individualismo y la lleven a pensarse como un todo. Como conjunto, en los tiempos de vacas poco productivas debería poder hablarse también de las vacas muy eficientes, para ordenar el negocio lechero desde su origen en el tambo hasta llegar a las heladeras.
