Agromandriles: un toque de atención para educar en la filosofía libertaria a los argentinos con problemas de comprensión.
El pasado 8 de octubre la Bolsa de Comercio de Rosario proyectó una cosecha argentina de trigo de 23,0 millones de toneladas. El 12 de noviembre elevó la estimación a 24,5 millones. Luego, el 27 de noviembre la Bolsa de Cereales de Buenos Aires ajustó el número a 25,5 millones. Y el 11 de diciembre la entidad rosarina volvió a incrementar la cifra para ubicarla en 27,7 millones. A todo esto, la última estimación oficial de la Secretaría de Agricultura sigue clavada en 24,7 millones de toneladas.
Como si se tratara de nuevos capítulos de una serie de moda, cada entrega de las estimaciones se iba poniendo aún mejor, lo que nos indica –más allá de la buena noticia– que quizás nos estamos perdiendo una oportunidad única para acercar el campo con la ciudad.
Me imagino una suerte de prode agrícola en el cual la ciudadanía estime, al inicio de cada ciclo productivo, los números finales de las diferentes cosechas, para así premiar con importantes sumas monetarias a los que más se acerquen a la cifra definitiva una vez finalizada la campaña.
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Además de grandes cantidades de dinero, podría también haber –porqué no– premios de carácter institucional, como una foto con el líder Javier Milei o un almuerzo con el secretario Sergio Iraeta para charlar sobre política agropecuaria en el actual contexto internacional.
Los recursos para financiar los premios podrían provenir de lo recaudado por derechos de exportación agrícolas, algo que, si bien puede resultar oprobioso para algunos productores, les aseguro que no es el caso porque se trataría de dinero destinado a encumbrar una causa noble.
Los millones de argentinos que no tienen conexión alguna con el ámbito rural, sabiendo que tienen la chance de ganar sumas considerables con el juego, pasarían a estar tan ocupados por el estado de los cultivos como los propios productores.
Me los imagino gritando de alegría al recibir una lluvia que confirme la posibilidad de lograr una producción cercana a la estimada en el prode agrícola o preocupados al enterarse de una helada que aleje las proyecciones de la cifra apostada.
Más allá de los premios, el hecho de que millones de personas puedan enterarse de lo que implica trabajar en una fábrica a cielo abierto justifica cualquier inversión por realizar al respecto.
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Es cierto que abundan las noticias sobre calamidades climáticas en el campo, pero para los habitantes urbanos se trata de sucesos tan lejanos como ajenos. Se requiere algo que los involucre de manera personal en la cuestión y un prode agrícola podría ser la gran solución para resolver ese dilema.
Hagamos llegar este clamor al gobierno nacional para que lance un prode agrícola y ponga en valor las estimaciones de producciones de los distintos cultivos. Usemos todos los recursos disponibles para educar al ciudadano sobre un sector tan importante como el campo, proveedor de alimentos, divisas e impuestos necesarios para lograr el ansiado superávit fiscal ¡Viva la libertad, carajo!

