El riego autónomo es un sistema móvil que se desplaza siguiendo el patrón de siembra y aplica agua directamente en la base de cada planta. Su diseño desmontable y de bajo requerimiento hídrico permite utilizarlo en diferentes establecimientos sin necesidad de infraestructura fija.
En la agricultura extensiva, tecnologías como el pivote central y el goteo enterrado se utilizan para aportar agua cuando las lluvias no alcanzan y para estabilizar los rendimientos en diferentes campañas. A ese conjunto se sumó ahora el riego autónomo móvil, una herramienta innovadora que ofrece eficiencia con bajo consumo de agua y energía.
El Grupo Galeazi, en Luque, provincia de Córdoba, incorporó uno de los primeros equipos autónomos de riego del país: un 360 RAIN que se desplaza siguiendo el patrón de siembra y aplica agua en la base de la planta.
Se trata de una tecnología muy reciente en Argentina. Actualmente, hay solo tres equipos operativos: uno está instalado en Luján, provincia de Buenos Aires, donde se utiliza únicamente para riego, y otro en Coronel Suárez, que combina riego y aplicación de purines.
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El tercer equipo es el que estrenó el Grupo Galeazi en Córdoba, que integra riego y fertirriego sobre cultivos extensivos. Para la empresa, esta es la primera campaña de uso del sistema, aplicado inicialmente sobre maíz y luego en soja de segunda. Además de permitir regar en zonas con menor disponibilidad hídrica, puede fertirrigar y se controla desde una aplicación móvil.

Una manera de llevar el riego a campos alquilados
La empresa integró el riego autónomo dentro de un proceso gradual que comenzó con pulverización selectiva, continuó con fertilización variable y ahora sumó riego eficiente. “Vamos evolucionando. Hace diez años la única forma de regar era con pivote; hace cinco apareció el goteo, y ahora surge esto. Estamos en una evolución continua”, indicó Guillermo Pérsico, responsable del área de Producción del Grupo Galeazi.
La incorporación de esta tecnología comenzó en el establecimiento La Catalina. El sistema abarca 160 hectáreas divididas en dos posiciones de riego de unas 80 hectáreas cada una. En la primera etapa se utilizó sobre maíz y, terminado ese ciclo, el equipo se trasladó para regar una soja de segunda sobre trigo. “Ya completamos tres riegos en la primera etapa y ahora avanzamos con la segunda”, señaló.
La decisión estuvo motivada por la necesidad de reducir la incertidumbre de la producción. “No sirve un año ganar mucho y al otro perder mucho. Necesitamos saber, dentro de ciertos rangos, cuánto vamos a producir para planificar el flujo del negocio”, explicó. “Una producción sin resultados negativos estabiliza el sistema”, agregó.
La empresa ya contaba con riego por pivote central en otro campo alquilado, lo que les permitió superar dos campañas afectadas por sequía y chicharrita. Pero esa tecnología requería infraestructura fija que no siempre era viable en campos arrendados.

En este esquema, el propietario del campo se hizo cargo de la perforación y de la obra civil, que quedarán instaladas en el establecimiento, mientras que la empresa invierte en la máquina autónoma. “Es un proyecto posible gracias a una relación de confianza de muchos años”, agregó Pérsico.
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Ventajas: bajo caudal de agua, inversión compartida y digitalización
El equipo funciona replicando el patrón de siembra gracias a un software que sincroniza el recorrido con la información generada por la sembradora. Esto permite aplicar el agua en la base de la planta y evita trabajar sobre suelo húmedo, lo que reduce huellas y compactación. “El software replica con precisión las pasadas y posiciona la salida en la base de las plantas”, describió Pérsico.
El equipo puede desmontarse, cargarse en un carretón y trasladarse a otro lote, lo que habilita el riego en campos alquilados. También es una opción en lotes con superficies o formas irregulares. “Si el lote tiene un monte, una tapera o formas irregulares, el sistema lo esquiva automáticamente, algo que los pivotes no permiten”, destacó el productor.

El bajo requerimiento de caudal amplía la superficie potencial de riego en zonas con limitaciones hídricas: solo necesita 50 m³/h y una bomba de 30 HP. “Hasta hace pocos años, solo se podía regar en zonas con grandes caudales porque los sistemas lo exigían. Este equipo requiere muy poca agua”, afirmó.
Además, permite fertirrigar aplicando fertilizante líquido mediante el caudal de agua, ajustando dosis según el momento del cultivo. Toda la operación se controla desde una aplicación móvil que monitorea presión, caudal y recorridos en tiempo real.
La empresa plantea esta tecnología como una ampliación del abanico disponible. “Ningún equipo es malo. La posibilidad de regar ayuda a estabilizar la producción. No existe un sistema ideal: existe el sistema adecuado para cada campo”, resumió Pérsico.

Una inversión compartida que reparte responsabilidades y riesgos
La posibilidad de desmontar el sistema permite distribuir responsabilidades y riesgos entre productor y propietario del campo. En este caso, el dueño del establecimiento realizó la perforación a 90 metros y la obra civil, mientras que el Grupo Galeazi aportó la máquina. Esa estructura permitió proyectar un retorno de inversión en seis años.
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La inversión total ronda los 2600 dólares por hectárea, cifra menor que la de sistemas enterrados o pivotes centrales, que pueden oscilar entre 5000 y 5500 dólares por hectárea. La baja potencia requerida abre una segunda fase: incorporar energía solar para el consumo diario. “Es una forma de generar una economía circular del propio riego”, concluyó.
