Con impronta rural y espíritu comunitario, la localidad santafesina del departamento San Jerónimo volvió a transformar sus máquinas de trabajo en símbolos de fiesta y encuentro. Tractores decorados recorrieron la calle central del pueblo, despertando la pasión de los productores y la ilusión de los más chicos en la antesala de Nochebuena.
Gessler volvió a lucir una de esas escenas que explican, sin demasiadas vueltas, el espíritu de la Pampa Gringa. Este martes 23 de diciembre de 2025, cuando el sol empezaba a aflojar sobre los campos del departamento San Jerónimo, la localidad santafesina celebró una vez más su ya tradicional Desfile de Navidad, una cita que mezcla costumbre, identidad rural y fantasía para grandes y chicos al compás de la maquinaria agrícola de sus vecinos.
Organizado como cada año por la comuna local, el evento convocó a vecinos y visitantes sobre la calle central del pueblo, que se transformó en escenario de un espectáculo tan singular como entrañable: maquinaria agrícola caracterizada como trineos y renos de Papá Noel, avanzando rumbo al arco de ingreso a la localidad, escoltada por duendes, hadas y asistentes navideños de todas las edades.
La convocatoria estaba pautada para las 20.30, pero Gessler empezó a vivir la previa unos minutos antes. Con la puntualidad relajada de los pueblos, apareció un cartero “amigo de Papá Noel” que, bolso al hombro, fue recolectando las cartas de los chicos. Entre dibujos, deseos y pedidos escritos con letra temblorosa, el cartero prometió llevarlos directo al Polo Norte, desatando sonrisas cómplices y miradas cargadas de ilusión.
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Después sí, llegó el desfile. Una columna de tractores, que durante el año son herramientas de trabajo, esta vez lucieron guirnaldas, luces, gorros rojos y hasta improvisadas cornamentas. El rugir de los motores reemplazó al tintinear de campanas, pero el efecto fue el mismo: aplausos, saludos y celulares en alto para registrar el paso de cada equipo.
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La escena se repite, pero nunca cansa. Los grandes observan con ojo entrenado: comentan la marca, el modelo, el estado de la pintura o algún detalle de mantenimiento. Es que la maquinaria sigue siendo una pasión intacta para los productores agropecuarios y el desfile también es una excusa para compartir esa admiración. Los chicos, en cambio, miran hacia arriba, buscan a Papá Noel entre los fierros decorados y cuentan los días —o las horas— que faltan para los regalos.
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El clima fue el de siempre: familiar, cercano, comunitario. Vecinos que se saludan mientras los más chicos corren de un lado a otro persiguiendo burbujas o tirando espuma. En Gessler, la tradición no se improvisa: se construye año a año, con trabajo colectivo y sentido de pertenencia.
Así, entre máquinas que alimentan al país y sueños que alimentan la infancia, el pueblo volvió a demostrar que en el corazón productivo de Santa Fe también hay lugar para la magia. Porque en la Pampa Gringa, incluso Papá Noel sabe que para llegar a tiempo, a veces, no hay mejor trineo que un buen tractor.
