Las exportaciones de manzanas crecieron un 19% en el primer semestre de 2025. Sin embargo, el sector enfrenta desafíos estructurales como el clima, los impuestos y el recambio generacional. La mirada desde la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados.
El último Mensuario Estadístico Frutícola publicado por la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), en junio de 2025, da cuenta que las exportaciones de manzanas desde Río Negro y Neuquén crecieron un 19% durante el primer semestre del año, en comparación con el mismo período de 2024.
En detalle, durante los primeros seis meses del año pasado se habían exportado 39.890 toneladas, mientras que en el mismo lapso de este año la cifra alcanzó las 47.334 toneladas.
Nicolás Sánchez, presidente de CAFI y CEO de Moño Azul, dialogó al respecto con AIRE Agro y reflexionó sobre lo que significa en la actualidad hacer fruticultura en la Argentina y destacó la transformación que ha vivido el sector en las últimas décadas. Al mismo tiempo, advirtió sobre los desafíos estructurales que amenazan a la actividad.

«La fruticultura actual es más moderna, más eficiente y con mayor diversificación que hace 20 años«, explicó Sánchez y aportó que las unidades productivas cuentan con nuevas variedades, mejores marcos de plantación y mayor eficiencia: «Todo lo que era por más tradicional o antiguo, ha ido cambiando a nuevos cultivos, tipo forraje y demás. Los productores también fueron diversificando a cultivos con menor volatilidad, pero también menor rentabilidad», consignó.
Fruticultura: un sector clave para el país, pero con grandes desafíos
Aunque el camino no es fácil, Nicolás Sánchez aseguró que la fruticultura sigue siendo un motor productivo clave, capaz de generar empleo, valor agregado y una fuerte presencia en los mercados internacionales.
«Hoy exportamos a más de 50 destinos en el mundo. Entre ellos, Estados Unidos, Canadá, México, Europa, Rusia, Medio Oriente, y lentamente van creciendo mercados como India, China y el Golfo del Caribe», destacó.
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Sin embargo, mencionó que el sector enfrenta amenazas que se agudizan año tras año. La más imprevisible –y tal vez la más urgente– es el cambio climático.
“Te cambia todo”, resumió Sánchez, con la certeza quien vive los efectos de esa situación a diario.
Las estaciones ya no responden a patrones estables: primaveras demasiado frías o cálidas alteran la floración; veranos secos, lluvias repentinas o granizos extremos pueden arruinar en minutos meses de trabajo y cuidado. «Hoy tenés mucha agua en poco tiempo. O directamente no llueve durante semanas. Todo eso nos impacta de lleno», explicó.
Pero los desafíos no solo están en el clima. También hay una preocupación que crece en silencio: la falta de recambio generacional.
“No vemos interés en las nuevas generaciones”, advirtió Sánchez, sobre una cuestión que se percibe como una tendencia global y que tiene impacto directo en el futuro de la producción. «Es uno de los grandes desafíos que enfrentamos: cómo evolucionará el entramado productivo respecto a este punto en el futuro», ratificó.
La fruticultura y la política económica
Al ser consultado sobre cómo afectan las políticas macroeconómicas en el sector, Sánchez fue claro: «La carga impositiva y la revaluación del peso complican a toda la exportación, no solo a la fruticultura».
Si bien el sector no cuenta actualmente con retenciones, sí se ve impactado por su reintroducción generalizada en años anteriores. «Cuando se implementaron las retenciones del 10% para todos, mostramos a Nación el impacto negativo que eso tenía para nosotros. El producto tiene mucho valor agregado y termina siendo más castigado que la soja», indicó.
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«Hoy en día, las políticas macroeconómicas son adversas para muchas industrias, sobre todo en el tema de la competitividad. Con la volatilidad del dólar, eso a veces puede mejorar, pero en la búsqueda de un peso revaluado se complica a todas las exportaciones, no solamente a la nuestra, sino a muchas más. El Gobierno debe trabajar en mejorar la competitividad, poniendo principal atención a los impuestos y a la carga impositiva de las cadenas productivas», concluyó.