Agromandriles: Un toque de atención para educar en la filosofía libertaria a los argentinos con problemas de comprensión.
Qué difícil se me hace escribir esta columna luego de agitar los brazos durante horas en el recital que el presidente Javier Milei ofreció en el Movistar Arena para presentar su nuevo libro “La construcción del milagro”.
Y es que, a pesar de la negación sistemática de los agromandriles, estamos presenciando un milagro en la Argentina, ya que la intervención virtuosa del tipo de cambio ya no sólo es realizada por el gobierno argentino, sino incluso por la casa matriz de la fábrica de dólares, es decir, por el propio EE.UU.
Ojalá que el concierto que ofreció el líder sea el primero de muchos. Ya me lo imagino en febrero del año que viene, en la Fiesta Nacional del Trigo en Leones, Córdoba, cantando “Zamba de mi esperanza” vestido de gaucho. Por qué no algo también más jugado, como “Campos verdes” de Almendra.
Nunca fue fácil ser auténtico. En muchos medios tanto locales como de diferentes países del mundo salieron a criticar a Milei por darse el gusto de jugar a ser una estrella de rock, aunque sea por unos instantes. Se les nota la envidia.
Incluso los propios “farmers” estadounidenses tuvieron la escasa dignidad de quejarse ante la ayuda ofrecida por el secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, sin advertir que gracias a la Argentina ellos reciben 50 u$s/tonelada más por la soja.

Si los empresarios agrícolas argentinos no tuviesen derechos de exportación, inundarían el mercado mundial de commodities agrícolas para provocar un bajón general de precios. Semejante servicio no puede ser gratis.
Por el momento, sólo los argentinos entendemos que aplicar derechos de exportación es el mejor negocio del mundo porque así se reduce la producción para mantener elevados los precios de lo que vendemos. Si el resto de las naciones agrícolas alguna vez entendieran ese concepto tan básico, todos podríamos incrementar nuestro nivel de vida trabajando mucho menos.
En tales circunstancias, los países asiáticos que fabrican mucho de lo que necesitamos tendrían que esforzarse más para comprarnos alimentos, pero para ellos eso no representaría problema, más bien lo contrario, porque tienen existencias dedicadas íntegramente al trabajo; les haríamos un favor en el marco de un esquema ganar-ganar.
Además, con lo recaudado por derechos de exportación se pueden generar recursos para pagar planes sociales que funcionan como una suerte de salario básico universal y así ir evaluando qué va a suceder cuando ya no tengamos nada qué hacer durante la fase culminante de la inteligencia artificial. Somos punta de lanza en innovación social.
Milei, como todo líder revolucionario, es un incomprendido por sus contemporáneos. Ni bien asumió, dijo que era un especialista en temas de crecimiento económico con o sin dinero. Y es que el dinero, si no hay, lo tiene que poner otro y qué mejor que el país que tiene en su poder la máquina de fabricar billetes.
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¿Por qué tenemos que conformarnos con yuanes que sólo pueden emplearse en China cuando podemos tener dólares que podemos usar en cualquier rincón del orbe? Por favor: seamos serios y no critiquen sin fundamentos.
Si el mundo está a un paso de reventar por un nivel de deuda insostenible, no tiene lógica perder tiempo o energía en propiciar la cultura del trabajo. Mejor intentar recibir aunque sea algunas migajas de esa burbuja gigantesca; aunque sea sólo el 3%, ¡ya estamos hechos! ¡Viva la libertad, carajo!
