Agromandriles: Un toque de atención para educar en la filosofía libertaria a los argentinos con problemas de comprensión.
Qué desazón me provocó conocer las quejas de los productores estadounidenses contra Donald Trump. No terminan de entender la proeza que está realizando el presidente de EE.UU. contra el comunismo chino.
El 10 de octubre, Trump afirmó que ya no consideraba necesario reunirse con el presidente chino, Xi Jinping, y anunció que aplicaría un nuevo arancel adicional del 100 % a China.
Dos días después, dijo en redes sociales: “No se preocupen por China, ¡todo estará bien!”, para luego añadir que el presidente Xi “no quiere una depresión para su país, y yo tampoco”.
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El 14 de octubre, en cambio, acusó a China de emprender un “acto económicamente hostil” al no adquirir soja estadounidense, y amenazó con dejar de importar aceite de cocina usado destinado a la elaboración de biodiésel.
Esa táctica impecable de negociación —en la cual se pretende marear al enemigo—, si bien puede parecer un tanto esquizofrénica, está perfectamente diseñada para conseguir resultados exitosos si se sostiene en el mediano plazo.
El único inconveniente en la lucha de Trump contra el demonio chino es que Brasil —país no casualmente gobernado por el comunista Luiz Inácio Lula da Silva—, en lugar de apoyar a EE. UU., decidió incrementar de manera desproporcionada la producción de soja, para que la nación asiática pueda abastecerse de poroto en ese origen sin necesidad de recurrir a la oferta estadounidense.
Diferente es el caso de la Argentina, faro de la civilización occidental en el otro extremo del continente, que este año reducirá el área sembrada de soja para solidarizarse con la estrategia de Trump.
De todas maneras, no pierdo las esperanzas de que Brasil pueda, en algún momento, tener un gobierno amigo de las ideas de la libertad, que aplique algún mecanismo regulador de la producción de soja. ¡No bajemos los brazos!
En cuanto a los “farmers”, qué gente con poca visión. Trump les viene incrementando los pagos por subsidios agrícolas para compensar las pérdidas generadas por la necesaria lucha contra el modelo totalitario chino, y los tipos igual se quejan.
Lo que les falta —son gente con pocas luces, es evidente— es un buen asesoramiento en materia comercial. Podrían, por ejemplo, ofrecer a los importadores una tonelada de soja gratis por cada tres toneladas de maíz adquiridas. Evidentemente, no la ven.
Hasta podríamos imaginar un acuerdo en el cual EE. UU. nos envíe soja para procesar en la Argentina, a cambio de alguna concesión comercial o territorial. Todo sea por erradicar al comunismo del planeta. No perdamos las esperanzas. ¡Viva la libertad, carajo!