En zonas marginales del norte y oeste de Córdoba, esta tecnología podría ser una herramienta para estabilizar la producción forrajera, evitar el sobrepastoreo y mejorar los índices reproductivos.
¿Tiene sentido proyectar una inversión en riego en zonas semiáridas donde se hace cría bovina? ¿Es viable incorporar una tecnología como el goteo subterráneo en ambientes con escasa disponibilidad de agua y energía? Y, sobre todo, ¿qué impacto puede tener esa inversión sobre la estabilidad productiva, económica y ambiental de los sistemas?
Torcuato Tessi, investigador del INTA Manfredi, sostiene que la respuesta puede ser afirmativa, en un contexto de mejora de la rentabilidad ganadera, si se adopta un enfoque particular: no se trata de regar toda la superficie del campo, sino de establecer bancos forrajeros en áreas menores, con un refuerzo hídrico que permita generar reservas para los momentos críticos del año.
“Apuntamos a tener un banco forrajero estratégico en una pequeña superficie con una lámina suplementaria de agua. Buscamos sumarle algunos milímetros al agua que precipita normalmente en ese ambiente, a través de un sistema de riego muy eficiente, y de esa forma acceder a producir cultivos o volúmenes que en condiciones de secano no podríamos”, explicó el técnico a AIRE Agro.
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Alternativa tecnológica para evitar decisiones drásticas darle estabilidad al planteo
El desplazamiento de la ganadería de cría hacia zonas cada vez con mayores limitaciones de suelo y clima, como el noroeste cordobés, donde las sequias son una realidad recurrente, hace que asegurar la disponibilidad de forraje se convierta en un problema estructural. En años secos, los productores suelen sobrepastorear potreros o verse forzados a reducir la carga animal en condiciones desfavorables.

“Cuando la sequía se prolonga, los ganaderos empiezan a bajar la carga y normalmente todos salen a vender animales, que ya están en mala condición corporal. El precio cae porque se castiga la categoría en la que salen esos animales y por el exceso de oferta. Simultáneamente, el aumento en la demanda de forrajes dispara el precio de los mismos. Todo esto atenta contra la rentabilidad y la sustentabilidad del sistema”, señaló Tessi.
La posibilidad de contar con reservas forrajeras, ya sea como silo, heno o pastura diferida, aporta flexibilidad al manejo y evita decisiones drásticas como la venta de vientres. “Eso es lo que menos quiere el productor ganadero. Por no reducir vientres, después de muchos años de invertir en la genética de su rodeo, a veces termina sobrepastoreando los campos”, agregó.
En ese contexto, el riego por goteo subterráneo aparece como una alternativa eficiente para generar forraje en áreas acotadas, sin necesidad de grandes volúmenes de agua ni alto consumo energético. “Este sistema es muy eficiente. No perdemos agua por escorrentía, evaporación o percolación, porque estamos poniendo un goteo específicamente en el sitio donde lo necesitamos”, indicó Tessi.
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A diferencia del riego por aspersión o pivot, el goteo subterráneo trabaja con caudales bajos que podrían ser abastecidos, en muchos casos, con las mismas perforaciones que hoy son utilizadas para bebida animal. Además, su implementación no requiere estar conectado a la red eléctrica. “No estamos hablando de mover un pivot, sino de bombear agua dentro de un sistema de cañerías presurizadas con goteros enterrados”, detalló el investigador.
Módulo experimental para sumar conocimiento sobre una tecnología adaptada a la Ley de Bosques
En la EEA INTA Manfredi ya se está ensayando un módulo de este tipo que funciona con energía solar. Su autonomía lo vuelve especialmente interesante para campos alejados, en regiones donde no hay infraestructura energética, como ocurre en buena parte del norte cordobés.

La idea es avanzar con otro módulo demostrativo en el campo experimental anexo del INTA en Deán Funes, enfocado en la producción forrajera, para evaluar distintas combinaciones de especies y usos. “Queremos estudiar esa tecnología, cómo manejarla, cómo gestionar el agua, qué tipo de cultivo se adapta mejor y en qué parte de la cadena forrajera de los rodeos de cría sería más conveniente encajar esta posibilidad de sumarle un lámina de agua”, señaló Tessi.
La estrategia también se ajusta a las restricciones de uso que impone la Ley de Bosques. En zonas de categoría amarilla, donde la ganadería convive con objetivos de conservación de bosque, un banco forrajero bien manejado puede ser clave para evitar el deterioro de los renovales arbóreos por sobrepastoreo. “Muchos sistemas, como el Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI), que propuso el INTA para esos ambientes, tienen en cuenta un banco forrajero para gestionar mejor el recurso y no afectar lo que queremos conservar”, recordó.
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Producir forraje extra en una pequeña superficie, conservarlo y utilizarlo en momentos críticos permite reducir la presión de pastoreo sobre otras áreas del campo. Esto no solo protege el ambiente, sino que estabiliza la producción y mejora los resultados reproductivos.
El rodeo de INTA en Deán Funes, aun sin riego, promedió en el último lustro un porcentaje de destete del 82% (con una carga de 0,68 EV/ha), mientras que en los departamentos ganaderos de la zona el promedio se mantiene cercano al 65%. “Hay una brecha que la inestabilidad de las precipitaciones y los sobrepastoreos continuos hace que se siga sosteniendo hace años. La incorporación de tecnología, como un sistema de riego eficiente, podría hacer un aporte para romper esa brecha”, concluyó Tessi.