El caballo serrano, elegido por San Martín para el cruce de los Andes, fue clave por su fuerza y resistencia en las sierras cordobesas. Hoy, criadores locales impulsan su recuperación para preservar un patrimonio histórico y genético único de Argentina.
En una de las cartas enviadas a Juan Martín de Pueyrredón, José de San Martín pidió que desde Córdoba se enviaran mil caballos serranos para la campaña del cruce de los Andes. No pidió caballos pampas, ni mestizos, ni de las llanuras bonaerenses: pidió caballos de las sierras.
Ese detalle histórico despertó la curiosidad de Aníbal J. Quiroga Moss, criador con una larga trayectoria en el mundo equino. “El año pasado volví encontrarme con una historia conocida en las cartas que San Martín le escribe a Pueyrredón. Desde Córdoba planifica el cruce de los Andes y le pide al gobierno que le mande mil caballos serranos para atravesar la cordillera, entre una lista extensa de otras necesidades”, contó a AIRE Agro.
Al descubrir que el Libertador había vivido un breve período de su vida en Villa Allende, Córdoba, Quiroga Moss comenzó a preguntarse qué había visto en esos animales para considerarlos tan aptos. “En esa época había millones de caballos en la pampa, pero él pidió caballos serranos. Entonces empecé a pensar: ¿qué les habrá visto?”
De esa inquietud nació una iniciativa que hoy reúne a un grupo de criadores de las sierras cordobesas con el propósito de crear la Asociación de Criadores de Caballos Serranos, orientada a rescatar una raza adaptada al territorio y consolidar un programa de selección. Lo cierto es que la iniciativa despierta un gran interés: “Los interesados en participar se suman a diario, a medida que se enteran del proyecto”.

De los campos familiares al polo argentino
La relación de Quiroga Moss con los caballos viene de familia. “Mi bisabuelo criaba caballos porque los necesitaban para trabajar en el norte de Buenos Aires y el sur de Santa Fe. En esa época la gente conocía mucho de caballos”, recordó. “Él tenía muchas razas de caballos, de acuerdo a las necesidades. Por ejemplo, tenía caballos trote, de carrera y sus distintas cuzas. Incluso de la raza Clydesdale, famosa por la publicidad de una marca de cerveza, un caballo de tiro pesado de origen escosés”, añadió.
En su casa, la consigna era clara: “Si vas a criar, criá bueno, porque el esfuerzo, el costo y el tiempo son los mismos”. Con ese criterio comenzó a criar caballos para polo, a pesar de que en su familia nadie practicaba ese deporte.
A fines de los años 80 integró la primera comisión directiva de la Asociación de Criadores de Caballos de Polo Argentino, en un momento en que la cría comenzaba a profesionalizarse. “Por entonces todavía se conseguían muy buenos caballos en cualquier puesto de estancia, pero con el tiempo desaparecieron los puestos. Luego, con la soja, también se perdieron los caballos de los campos. Si no criabas uno específicamente para polo, no lo conseguías”, explicó.

Su experiencia lo llevó a obtener logros notables: “Dos veces presenté en Palermo. La primera con un macho, que salió Gran Campeón Macho. Al año siguiente llevé una potranca y saqué Gran Campeón Hembra. También obtuve el premio al mejor caballo jugador del Abierto de Palermo”.
La sistematización de datos morfológicos y funcionales, impulsada por técnicos como Alberto Pedro Heguy y otras figuras históricas de este deporte, ayudaron a definir lo que hoy se conoce como el caballo tipo polo, que siempre fue asociado a la aptitud. “Pero lo que hoy resulta fácil definir, en su momento no lo era. Eso tiene una referencia directa con lo que sucede ahora el caballo serrano”, dijo Quiroga Moss. Y consideró que esa experiencia demuestra que un proceso de selección sostenido y basado en la observación puede transformar una población dispersa en una raza reconocida.
El caballo de las sierras
“He recorrido largamente todo el país, siempre observando los caballos de cada región, que son mi pasión. Y fui descubriendo por qué responden a ciertas diferencias y fenotipos según la región, al adaptarse al medio, por selección natural o por su uso”, dijo.
Tras releer las cartas de San Martín, volvió a las visitar durante más de un año provincias como Córdoba, Salta, Mendoza y San Juan para observar caballos. “Viendo las diferencias, noté que hay un fenotipo del caballo serrano, una constante”, explicó.
Su conclusión fue que en las sierras cordobesas persiste un tipo de caballo definido por la selección natural: animales sanos, resistentes y mansos. “Se adaptaron al clima y a los pastos. Destaco el temperamento, sus andares armónicos, inteligencia, mansedumbre, capacidad aeróbica, agilidad y versatilidad. Así como la movilidad en terrenos irregulares, el equilibrio. Todas estas características se reúnen en un tipo o fenotipo”.
Quiroga Moss observó que esos caballos tienen huesos planos y piel gruesa, una pisada adaptada a los suelos pedregosos y una gran resistencia. “El caballo de llanura pisa chato, porque pisa pasto, y se le van ampliando los vasos. El serrano pisa piedras y camina distinto. Con los siglos fue adaptando la pisada a ese tipo de ambiente”.

A pesar de esas cualidades, hoy no existe un proceso de cría orientado. “Hay yeguas que paren potrillos machos, el macho preña a las potrancas y después los capan. Nadie sabe quién es el padre. No hay una cría específica, direccionada con un fin”.
Cómo avanzar en la selección
La propuesta es empezar con una base de yeguas madres, seleccionadas junto con criadores locales, para construir el núcleo de una futura raza. “El objetivo es comenzar seleccionando las madres para que haya una base. El padrillo va a influenciar sobre muchas madres, pero antes tienen que estar ellas”, señaló.
El enfoque es similar al que dio origen al caballo de polo argentino: definir objetivos, observar individuos y elegir los más aptos. “No tiene diferencia en el concepto. En el polo podés medir a los caballos en la cancha; acá no. Pero el método es el mismo.”
En esta primera etapa, el grupo de criadores planea trabajar en la identificación de animales con fenotipo serrano y en la posibilidad de registrar esas líneas genéticas. La meta es descubrir padrillos que impriman características buscadas, pudiendo incorporar padres de otras razas, en la búsqueda de mejoras para la especie. “Creo que el caballo serrano ya existe. Solo hay que seleccionar individuos con las características que uno busca y no inventar nada”, afirmó.

Para qué crear una raza
La fundación de la futura Asociación tiene un sentido doble: conservar un patrimonio y proyectarlo hacia nuevos usos. “Se hace o desaparece. O la conservás o se va a diluir. Es importante para rescatar y revalorizar un patrimonio cultural de las sierras de Córdoba”, advirtió.
Hoy el caballo ha dejado de ser una herramienta de trabajo y ocupa un lugar central en la recreación y el turismo. “En casi todas las localidades de las provincias se promocionan las cabalgatas”, señaló. En ese contexto, el caballo serrano puede convertirse en un emblema regional, capaz de unir historia, identidad y desarrollo local.
LEÉ MÁS►Mosquitos y encefalomielitis equina: una amenaza para el campo y la salud pública
El criador imagina, además, un formato de turismo ecuestre inspirado en el antiguo Camino Real: “Es posible generar un turismo que una postas con cabalgatas, donde se sume la posibilidad de comer un cordero o dormir en distintas localidades”.
Incluso propone incorporar pruebas de resistencia como herramienta de selección: “El competidor llega a la posta y hasta que el caballo no recupere la pulsación y la temperatura, no puede seguir. Tiene que regular la marcha del caballo.”
Para Quiroga Moss, de esas experiencias podrían surgir los individuos más destacados y un espacio de formación sobre el manejo y cuidado del caballo. “Antes la gente lo tenía incorporado porque se lo enseñaban. Hoy en día mucho de eso se ha perdido”, consideró.
En sus palabras, el objetivo es simple: preservar lo que San Martín vio hace 200 años y que aún sigue vivo en las sierras cordobesas.
