Gobiernos que prometen cambios pero repiten recetas
Poco avanzamos a nivel colectivo y en muchos casos ese supuesto avance se convierte rápidamente, por obra y gracias de nuestros gobernantes, en un retroceso que justifican en la promesa de un avance futuro que nunca llega.
La política que se aplica al sector más dinámico de nuestra economía es un buen reflejo de lo dicho, si entendemos por política el castigo permanente al que se lo somete.
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En síntesis, a veces nos esperanzamos porque creemos que se pueden tomar caminos diferentes, pero siempre terminamos en el mismo y por lo tanto el destino no es distinto.
El campo argentino frente a la política del castigo continuo
No recuerdo que desde 1983 hasta acá alguien nos haya propuesto, a cambio de nuestro voto, algo que no queremos escuchar. Sin ir más lejos en el tiempo, a mediados de la década del 90 tuvimos un presidente que, obnubilado por las “mieles del éxito” con una sociedad que mayoritariamente le alababa su gestión, se animó a decir “si hubiese dicho lo que iba a hacer no me votaban”.
Poco tiempo después, esa misma sociedad mayoritaria lo despidió con una oprobiosa derrota electoral, para reemplazarlo por un opositor que prometía no modificar la política económica del derrotado. El vencedor, dos años después fue desplazado por esa misma sociedad porque no quiso modificar esa política. Particularidades de nosotros, los argentinos, que tenemos memoria corta y selectiva.
Luego de las elecciones de noviembre de 2023, la sociedad se convenció que se venía un cambio profundo, particularmente en las políticas aplicadas al campo. Y ese cambio pareció encaminarse con las primeras medidas que el nuevo gobierno nacional comenzó a tomar, dando cumplimiento a sus promesas electorales.
Cosechas récord, estadísticas dudosas y realidades ignoradas
Sin embargo, el campo hoy tiene casi todos los mismos “problemas provocados”. Muchos temas sin solucionarse, muchas producciones regionales al borde de su extinción, productores que desaparecen. “Manejo del tipo de cambio oficial” y mantenimiento de impuestos a la exportación, abusos de posición dominante de muchas empresas que forman la famosa cadena agroindustrial y, por supuesto, la ausencia del Estado ante esas situaciones y frente a las contingencias climáticas que golpean a diferentes zonas productivas.
Hoy asistimos a un nuevo relato, aquel que trata de “disimular” el efecto de las medidas “anti-campo” confirmadas por el ministro de economía. Sin embargo, muchos tratan de mantener el espíritu “triunfalista” anunciando cosecha récord, manipulando estadísticas como en viejos tiempos, aunque después la realidad se encargará de poner blanco sobre negro.
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Entre la gente de campo se conoce un dicho: “no comerse la liebre antes de cazarla”. Actualmente, varios especialistas y funcionarios no sólo pretenden comerse la liebre sin haberla cazado, sino que además se auto elogian anunciado una cosecha récord que según su escaso criterio es consecuencia de las “políticas que ellos diseñaron”. Se olvidan, tal vez, que durante los 12 años de kirchnerismo hubo 8 cosechas récord.
Derecho de exportación: la desilusión de la realidad
Vale la pena repasar el concepto de las denominadas “retenciones “ y su impacto sobre el bolsillo. Estoy convencido de que, aún dentro del propio sector perjudicado, que son los productores, existen todavía muchos que no tienen verdadera noción del impacto que esto tiene sobre su economía personal.
1. Los derechos de exportación, mal denominados retenciones, son un elemento distorsivo de los mercados. Entre otras razones porque no discriminan respecto de la capacidad contributiva de quienes las aportan. Las pagan todos por igual. No están vinculados a la renta, sino al precio de exportación del producto que se trate. Por más que venda al mercado interno, e independientemente si gana o pierde, el productor siempre las paga por el simple hecho de vender lo que produce.
Esto es particularmente así en el caso de nuestro país, por las características que tiene el mercado de granos y la mayoritaria participación de la exportación en el mismo. Es así como los derechos de exportación se convierten en un impuesto a la producción ya que al ser este sector de la demanda (LA EXPORTACIÓN) el que predomina en la definición del precio, este tributo se le descuenta al productor del precio que vende su mercadería a los exportadores, pero también quienes se la venden a la industria interna. De esta manera se convierte en un subsidio, que en teoría debería llegar al consumidor pero que en la práctica se queda en el eslabón de transformación.
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2. El punto anterior se sostiene entendiendo que el mercado es uno solo.
3. Los mercados son volátiles y dinámicos, por lo tanto requieren que cualquier elemento “distorsivo” que se les incorpore sea sumamente flexible para adaptarse rápidamente a cualquier movimiento del mercado.
4. Habitualmente, y la teoría económica en gran parte concuerda, los derechos de exportación son una herramienta de la política cambiaria. Sin embargo, en la Argentina -y el gobierno actual no ha hecho más que confirmar la excepción- son exclusivamente un instrumento de la política fiscal destinado a extraer recursos de los diferentes sectores que se encuentran involucrados. El campo, desde fines de la década del 60 hasta el presente, excepto el intervalo de la denominada “convertibilidad”, siempre las ha tenido en “su mochila”.
Economía rural y política fiscal: un conflicto histórico sin resolver
Las distintas variantes que tomaron los derechos de exportación en nuestro país durante los diferentes momentos de su vigencia y cuyos primeros antecedentes se remontan a la post segunda guerra mundial, no han hecho más que reforzar la idea de que el sector agropecuario –que significa el 25 % del PBI en forma directa e indirecta y que contribuye con el 65% de las exportaciones- ha sufrido una visible discriminación en los sucesivos gobiernos que las han aplicado.
En este esquema el sector convive con una distorsión de precios casi permanente, que limitó y hasta frenó su crecimiento y dificultó las posibilidades de pensar y planificar en términos de mediano y largo plazo.