El avance de la labranza sin diagnóstico técnico genera preocupación entre especialistas del agro argentino. En el Congreso de Aapresid 2025, alertaron sobre el retroceso de la Siembra Directa y el riesgo creciente de erosión y degradación del suelo.
En el marco del 33° Congreso de Aapresid, que se desarrolla hasta el viernes 8 de agosto en La Rural de Palermo, se llevó a cabo el panel “Cuando la Siembra Directa se interrumpe: Decisiones con impacto”. La jornada contó con la moderación del ingeniero agrónomo Guillermo Marrón y la participación de referentes regionales de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa: Martín Dumrauff (Bahía Blanca), Hugo González (Mar del Plata) y Navier Picco (Videla, Santa Fe), quien expuso con crudeza su preocupación por el retorno a las prácticas de labranza tradicional.
Durante su exposición, Picco presentó datos reveladores de dos encuestas realizadas a productores del centro-norte santafesino en 2023 y 2025. Según los resultados, alrededor del 50% de la superficie se encuentra hoy bajo labranza. El fenómeno varía según la región: más pronunciada hacia el norte de la provincia, mientras que hacia el sur tiende a disminuir, pero mostrando una clara tendencia a la remoción del suelo.
La «rosca»: labranza sin diagnóstico
Picco advirtió que una parte significativa de las labores actuales se realizan sin diagnóstico técnico, lo que él denomina “la rosca”: el uso reiterado de herramientas como el paratil, discos y rastras que buscan dejar la tierra “lo más finita posible”, imitando prácticas del pasado sin evaluar sus consecuencias.

“El problema es que las labranzas que se están haciendo son sin diagnóstico. Se hacen porque el vecino las hace, porque hay un tractor nuevo que hay que amortizar, o porque se busca una solución rápida y barata”, señaló. Esta práctica, según explicó, está motivada principalmente por el control de malezas, la compactación del suelo y el ahorro en los tratamientos químicos.
Pero un dato preocupante surgió en la última encuesta: alrededor del 40% de los consultados —entre productores y asesores técnicos— manifestaron desconocimiento sobre los efectos negativos de la labranza y del sistema de Siembra Directa, un hallazgo que, según Picco, pone en evidencia fallas profundas en la transferencia de conocimientos técnicos, incluso dentro de la comunidad profesional.
¿Por qué preocupa el regreso de la labranza en la agricultura argentina?
En diálogo con AIRE Agro, Picco fue enfático al advertir que los suelos actuales no son los mismos que hace 30 o 40 años. Hoy tienen menos materia orgánica, menos estructura física y menor capacidad de recuperación. Bajo este contexto, explicó que la degradación causada por la labranza será ahora más rápida y más difícil de revertir.
“Estamos volviendo a ver cárcavas, a ver cómo el suelo se va por erosión hídrica, y ese suelo no vuelve. Estamos destruyendo fertilidad física, biológica y química”, explicó. Mientras que la fertilidad química y biológica pueden ser recuperadas en un sistema bajo Siembra Diecta bien implementado, la pérdida física del suelo por erosión es irreversible.

A eso se suma lo que calificó como una “cultura de la inmediatez”, que prioriza soluciones rápidas y de bajo costo sin contemplar los impactos a largo plazo. “Pasar una rastra cadena borra todo al instante. En cambio, manejar un sistema de Siembra Directa con rotaciones, cultivos de servicio y un paquete de herbicidas bien aplicado lleva años”, advirtió.
Siembra Directa: qué implica y por qué es clave para conservar el suelo
La Siembra Directa es un sistema de manejo agrícola que evita remover el suelo, permitiendo sembrar directamente sobre los residuos del cultivo anterior. Requiere un enfoque integral que contempla rotaciones agrícolas, uso de cultivos de cobertura o de servicio y manejo racional de herbicidas, todo con el objetivo de preservar la estructura, fertilidad y biodiversidad del suelo, además de reducir la erosión hídrica y eólica.
Desde su adopción masiva en los años 90, Argentina se posicionó como uno de los países líderes en este tipo de agricultura conservacionista. Sin embargo, Picco lamentó que “30 o 40 años después, estamos volviendo a labrar”.
Arrendamientos y urgencia económica: factores que aceleran el deterioro
Otro de los factores que profundizan este retroceso, según el panel, es el rol que juegan los arrendadores agrícolas, que hoy representa cerca del 70% del área cultivada en el país. “Muchos productores justifican la labranza diciendo que el campo es alquilado, aunque lo estén arrendando hace 15 años. Están degradando su propia fuente de producción”, explicó Picco.

Consultado sobre un posible escenario de mejora económica, como la eliminación de retenciones, Picco advirtió que, lejos de mejorar la situación, podría empeorarla. “Es una hipótesis, pero si el número del negocio mejora, podrían entrar nuevos actores al sistema con el objetivo de obtener un retorno rápido, y eso aceleraría el uso de la labranza”.
Cómo revertir el avance de la labranza y recuperar el sistema conservacionista
Frente a este panorama, el mensaje del panel fue claro: no se trata de demonizar la labranza, sino de reconocer cuándo, cómo y por qué se realiza. “No es que la labranza sea mala o buena. Lo que es negativo es hacerla sin diagnóstico, por costumbre o por imitación”, concluyó Picco.
Finalmente, llamó a no ocultar los datos y a decir las cosas como son: “Hay que volver a las bases. Hay que mostrar lo que se hace bien. No se trata de esconder los números ni de tapar el sol con la mano, sino de enfrentar la realidad y trabajar para cambiarla”.