El fuego, en su mayoría intencional, dejó secuelas graves en los ecosistemas serranos, que son cruciales para la captación de agua y la preservación de la biodiversidad.
Incendios en Córdoba: cómo afectan al ciclo del agua
Nicolás Mari, profesional de la estación experimental del INTA Cruz del Eje, explicó que los incendios en Córdoba no solo destruyen la vegetación, sino que también alteran el ciclo hídrico del ambiente.
«Este verano vimos cómo el arrastre de sedimentos y cenizas se metió en las calles, generó anegaciones e impactó sobre los cuerpos de aguas superficiales durante las crecidas de los ríos. Todo ese material es pérdida de suelo que tardó años en generarse», detalló Mari.
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La vegetación nativa en las Sierras Chicas y el Valle de Punilla es crucial para la captación de agua. Estas zonas actúan como «fábricas de agua», filtrando lentamente este recurso hacia los diques y ríos.
Las Sierras Chicas son el origen del 100% del agua que alimenta los ríos Jesús María y Pinto, así como las represas de Los Alazanes en Capilla del Monte y San Gerónimo en La Cumbre. Estas cuencas son vitales para el abastecimiento de agua en la región.
«Los suelos afectados por el fuego quedan desnudos, compactados y con escasa capacidad de infiltración. Cuando llegan las lluvias, el agua no puede penetrar adecuadamente la superficie, y genera problemas de erosión y escorrentía. Lo hemos visto en 2015, cuando los impactos sobre Jesús María se llevaron puentes y cultivos«, recordó Mari.
Ese año, los temporales provocaron el colapso del puente de la ruta nacional 9, pérdidas humanas y la evacuación de familias.
Erosión y pérdida de suelo: el impacto tras los incendios
Los efectos descritos por Mari fueron confirmados por Sofía Sánchez, investigadora del CREAN (UNC), quien estudió los incendios de 2020 en la cuenca del río Dolores, Punilla, cuando se quemaron 300.000 hectáreas en toda la provincia.
Sus investigaciones revelaron que la pérdida de vegetación podría incrementar el potencial de escorrentía en un 4%, lo cual demuestra cómo los suelos quemados pierden capacidad de infiltración.
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«En las áreas quemadas, el agua de lluvia corre superficialmente con mucha más violencia, llevándose el suelo fértil y colmatando ríos y diques«, explicó Sánchez. En su estudio analizó 2.836 hectáreas afectadas por el fuego, incluidas 283 hectáreas de bosque serrano, que generaron un arrastre masivo de sedimentos hacia el dique El Cajón en Capilla del Monte.
Por qué Córdoba es cada vez más vulnerable a la erosión
Mari destacó que la gestión integral de los incendios debe abordarse en tres etapas: antes, durante y post-incendio. «En la prevención, es fundamental trabajar en el ordenamiento territorial y en la educación. Después del fuego, es crucial cuantificar los daños y restaurar los ecosistemas«, explicó.
«Todo lo que se quema año a año en las sierras deja relictos de bosques que son esenciales para mantener las funciones ecosistémicas, como la provisión de agua y la fertilidad del suelo«, agregó, y enfatizó la necesidad de fortalecer las alianzas entre organismos gubernamentales, municipalidades y la comunidad.
En este contexto, la prevención y la gestión integral del territorio son fundamentales para mitigar los efectos de los incendios y evitar que se repitan situaciones como las de 2020 y 2024. «La pérdida de estos bosques no solo afecta la biodiversidad, sino que también tiene un impacto directo en la disponibilidad de agua para el consumo humano y la producción», concluyó.