El presidente del Centro de Corredores de Cereales de Santa Fe, Maximiliano Avigliano, advirtió que el régimen de retenciones cero dejó afuera a la mayoría de los productores. Según afirmó, la medida generó un fuerte malestar político en el campo, donde se sienten “estafados y manoseados” por el Gobierno.
El régimen de retenciones cero para los granos, anunciado intempestivamente y que apenas duró tres días, dejó un sabor amargo en todos los eslabones de la cadena comercial. Desde el corretajes santafesino consideraron que la medida estuvo mal diseñada y que, en la práctica, casi nadie pudo aprovecharla.
Maximiliano Avigliano, presidente del Centro de Corredores de Cereales de Santa Fe y acopiador de granos, lo describió de manera contundente en diálogo con AIRE Agro: “Hoy queda un gusto amargo en uno, en la gente, en el cliente con el que uno habla. Nadie se esperaba lo que pasó. Muy poca gente pudo acceder al beneficio”.
Un arranque que descolocó al mercado
El anuncio sorprendió un lunes por la mañana. “A las 8 estábamos desayunando con la noticia, a las 9 ya estaba publicado en el Boletín Oficial. A diferencia de otras veces, en que el mercado quedaba congelado un día o un día y medio, esta vez salieron de manera agresiva todos. Ese timing descolocó a la gente”, explicó Avigliano.
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Según el corredor, los precios no acompañaron la expectativa. “El primer día el precio no fue bueno en comparación con lo que se esperaba. El martes la gente decidió esperar, y ayer el precio era irrisorio, casi igual al que había antes de la quita”. Esa dinámica hizo que muchos productores se abstuvieran de vender. Solo algunos, por necesidad de liquidez, aprovecharon de manera puntual.

Cupos agotados y falta de control
Otro punto crítico fue la rapidez con la que se agotó el cupo habilitado. El martes por la tarde se informaba que estaba cubierto apenas un 60%, pero horas después se declaró finalizado. Para Avigliano, “hubo un apuro en cerrar. No hubo control en el medio. Aprovecharon los que pudieron para inscribir exportaciones y después tratar de hacer su negocio o evitar que se lo sacaran”.
En ese contexto, sostiene que los productores quedaron prácticamente afuera: “Hubo muy poca venta desde el llano, situaciones muy particulares. La mayoría esperó, y cuando quiso reaccionar ya se había terminado todo”.
Malestar y desconfianza en el sector
Más allá del impacto económico, el golpe más fuerte fue en el humor político de los productores agropecuarios. Avigliano lo resume sin vueltas: “Muy malo, muy malo, con cansancio. El productor se siente estafado, se siente manoseado políticamente”.
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Recordó que durante años el sector cargó con decisiones adversas: “Siempre fue bastardeado por el kirchnerismo durante los 12 años de Néstor y Cristina y los 4 de Alberto Fernández. Hoy también se siente manoseado por estas decisiones”.
El dirigente advirtió que esa frustración genera apatía y enojo con la actual administración: “Antes, algunos tomaban partido político y hasta te daban el apoyo. Hoy, ante la frustración, hay mucho enojo”.

Confianza resquebrajada
La crisis también golpea la relación entre productores, acopios y exportadores. Una porción significativa de la producción —entre el 30 y el 40%, según Avigliano— se comercializa directamente en los pueblos, en manos de acopios ligados a firmas exportadoras. En ese esquema, la transparencia queda bajo sospecha.
“El productor va a desconfiar más. Hasta se va a plantear la suspicacia con los acopios: si vendieron, si aprovecharon, qué uso hicieron de la mercadería. Y eso tampoco es bueno”, alertó.
Una oportunidad perdida
Para el titular del Centro de Corredores de Santa Fe, el error principal fue la brevedad de la medida. Avigliano sugirió que si el régimen se hubiera mantenido hasta fin de año, “el exportador, ante la amenaza de un registro abierto, se habría visto obligado a pagar precios más competitivos. Eso no habría afectado a nadie”.
En cambio, los tres días de retenciones cero dejaron apenas un puñado de operaciones, precios sin atractivo y, sobre todo, un clima de frustración política que reaviva la histórica desconfianza entre el campo y los gobiernos.
