Agromandriles: Un toque de atención para educar en la filosofía libertaria a los argentinos con problemas de comprensión.
Es tedioso tener que escuchar las quejas recurrentes de aquellos que piden la eliminación de los derechos de exportación sin comprender que los mismos son parte de una estrategia integral de alcance global.
El presidente Javier Milei, como especialista en temas de crecimiento económico con o sin dinero, sabe perfectamente que lo peor que podría pasarle a la Argentina es acabar con los derechos de exportación, porque, si ese fuera el caso, la producción de granos en general y de soja en particular crecería de manera desproporcionada y los valores internacionales del poroto caerían de manera importante, lo que sería muy favorable para los comunistas de China.
Milei, como estratega genial, muchas veces incomprendido por sus contemporáneos, emula la experiencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cuyos integrantes regulan la producción de ese recurso energético con el propósito de mantener el precio internacional del commodity en un nivel razonable.
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Eso mismo es lo que está implementando Milei, pero con un método acorde a la filosofía libertaria, ya que regular de manera directa la producción del recurso conspira contra la iniciativa privada. En cambio, los derechos de exportación o “retenciones” introducen un sistema de incentivos, vía precio, para controlar la oferta de granos y evitar que los valores derrapen.
En definitiva, la política de Milei protege a los propios empresarios agrícolas que lo critican, porque eliminar las retenciones impulsaría ciertamente la producción, pero a costa de una caída en los valores de venta, lo que haría que los productores terminasen trabajando más por nada.
Por supuesto, lo ideal es que en la OPEP de la soja no participara sólo la Argentina, sino que además se integraran EE.UU. y Brasil. Sin embargo, en este aspecto es necesario realizar un análisis integral del asunto para evitar caer en malentendidos.
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El presidente Donald Trump está enfocado en defender los valores occidentales –fundamentalmente el respeto y la tolerancia– y sería poco apropiado, en la actual coyuntura, solicitarle que se sumara a la iniciativa, especialmente porque los comunistas chinos quieren que fracase y, por ese motivo, dejaron de comprar soja estadounidense. Mala gente.
Diferente es el caso del comunista brasileño Lula da Silva, que no sólo está realizando importantes inversiones en logística para facilitar la exportación de soja (¿a quién se le ocurre?), sino que además quiere sumar millones de hectáreas agrícolas en áreas actualmente ocupadas por pastizales degradados.

Ese egoísmo y falta de visión estratégica lo pagamos todos y, en ese sentido, puede entenderse claramente el arancel aleccionar del 50% aplicado por Trump contra las importaciones brasileñas de carne vacuna y café, entre otros productos.
La pionera OPEP de la soja implementada por Milei es, por el momento, una acción solitaria, pero seguramente será un faro de luz imitado por Brasil cuando ese país tenga la suerte de contar con gobiernos lúcidos que adopten la filosofía libertaria. Y si Trump finalmente logra ganar la batalla económica y cultural contra China, entonces cabe la esperanza de sumar también a EE.UU.
Por favor: no perdamos las esperanzas ni caigamos en la crítica fácil, porque son muchos los desafíos que tenemos por delante y Javier Milei y su hermana son los mejores líderes que puede tener la Argentina ¡Viva la libertad, carajo!