Agromandriles: Un toque de atención para educar en la filosofía libertaria a los argentinos con problemas de comprensión.
La nobleza de la política económica instrumentada por el gobierno de Javier Milei debería ser correspondida con una actitud equivalente por parte de los integrantes del sector agropecuario.
Así como el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, aseguró que “vamos a vender hasta el último dólar para defender el techo de la banda”, los productores tendrían que vender hasta el último grano para ayudar a consolidar el programa económico. No tendría que quedar un solo silobolsa en el campo para darle oxígeno a las fuerzas de la libertad.
Vale una aclaración importante: cuando “Toto” menciona el “techo de la banda”, hace referencia a una banda cambiaria. No debe confundirse con bandas que guardan bolsos de dinero mal habido en cielorrasos.
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La dinámica del tipo de cambio observada este año se explica a partir de las necesidades del sector agrícola, ya que el valor del dólar comenzó a subir en plena cosecha de maíz y soja.
En febrero de este año, Milei había indicado que el dólar podía llegar a cotizar en torno a los $600 por dólar. Algunos pensaron que estaba delirando; otros, en cambio, entendieron el metamensaje presidencial.
Con la llegada del paquete de ayuda de 12.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), el tipo de cambio descendió de manera abrupta. Esto se implementó con el propósito de abaratar el precio de los insumos dolarizados. Era el momento indicado para comprar semillas, fitosanitarios y fertilizantes.
Quienes no escucharon las voces del cielo fueron castigados, porque los precios internacionales de los fertilizantes comenzaron a experimentar subas considerables desde entonces.
Ahora, en plena siembra de granos gruesos 2025/26, el gobierno de Milei está ajustando al alza el tipo de cambio para ofrecer un “repechaje” a los productores que no se animaron a vender en marzo y abril pasados. Si cambia la música, hay que cambiar el baile.
Así, lo que algunos advenedizos y envidiosos interpretan como desaciertos macroeconómicos en realidad configura una estrategia deliberada, diseñada para blindar la competitividad del agro en función de la estacionalidad propia de la actividad.
Lo que falla, ciertamente, es una comunicación adecuada del plan estratégico de Milei, lo que puede explicarse por la falta de formación económica de los principales voceros del gobierno. En realidad, se trata de una falta de formación general, no sólo económica.
Por supuesto, la mejora de la competitividad que logró el campo gracias al ajuste del tipo de cambio no puede prolongarse hasta el infinito sin que eso tenga un correlato inflacionario. Es momento de que los productores devuelvan el favor y vendan granos.
En la última semana, el Banco Central (BCRA) debió desprenderse de unos 1.100 millones de dólares para contener el tipo de cambio, algo que no sería oprobioso si se hiciera con divisas propias. Pero se están empleando para ese propósito los recursos facilitados por el FMI.
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Esas divisas sacrificadas por el BCRA y empleadas con una justificable finalidad social deberían originarse en recursos patrióticos, aportados por el principal sector beneficiario de la política cambiaria agroestacional.
¡Viva la libertad, carajo! (Aunque, desde ya, la libertad bien entendida termina donde comienza el derecho del otro, lo que implica que la tenencia irresponsable de existencias de granos puede derivar en problemas sociales al no considerar debidamente la responsabilidad implícita en las decisiones comerciales).


