Agromandriles: Un toque de atención para educar en la filosofía libertaria a los argentinos con problemas de comprensión.
Durante la semana fuimos testigos de quejas recurrentes de productores que no pudieron vender granos en el transcurso de los tres días que se extendió el régimen de rebaja temporaria de derechos de exportación.
Ahora bien, si una tienda de indumentaria lanza una campaña de precios rebajados con fecha límite y hasta agotar stock, y alguien llega el último día de vigencia de la promoción y descubre que se llevaron todo, ¿de quién es la culpa? ¿De la empresa o del cliente que llegó tarde?
Aquí aplica la misma lógica. Si bien la fecha límite del régimen era el 31 de octubre próximo, fue tanto el entusiasmo que generó que, en un solo día —el miércoles—, se agotó la posibilidad de registrar Declaraciones Juradas de Ventas Externas (DJVE) de productos agroindustriales libres de retenciones, al cubrir el cupo predeterminado de 7.000 millones de dólares.
Quizás, para ser justos, el gobierno debió armar una campaña comunicacional más agresiva. Algo así como “No te duermas: oferta por tiempo limitado” o “Hay un momento para cosechar y un momento para comercializar”. Este último me gusta más porque tiene un halo más evangélico, como le gusta al líder Javier Milei.
En cualquier caso, el gobierno nacional no puede ser culpable de que los productores no hayan tenido la habilidad de aprovechar una oportunidad única concedida por el presidente para mejorar la competitividad del campo argentino.
El subproducto del programa consistió en darle la oportunidad a las empresas agroexportadoras de realizar un aporte patriótico al país, a través del adelantamiento de las divisas generadas por las operaciones de comercio exterior.
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Los mandriles de siempre, con evidente saña, salieron a decir que el gobierno les había facilitado un negociado, sin advertir la enorme contribución realizada por esas empresas para poder seguir interviniendo en el tipo de cambio y ubicarlo en un nivel de equilibrio.
En medio de esa fervorosa operación llegó la promesa desde EE. UU. de un aporte adicional de 20.000 millones de dólares, esencial para continuar con la recomposición genuina de las reservas internacionales del Banco Central (BCRA).
La ironía es que gran parte de los quejosos de la oportuna política económica del gobierno disfruta —en silencio, claro— de los beneficios de un tipo de cambio apreciado, que no solo es necesario para contener presiones inflacionarias, sino fundamentalmente para equiparar el nivel de consumo de gran parte de la población con su nivel cultural.
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Argentina no tuvo la suerte de ser bendecida con gestiones económicas adecuadas, y eso provocó una disociación entre el poder adquisitivo de sus habitantes y su bagaje educativo. Por lo tanto, siempre será bienvenido todo aquel que esté dispuesto a aportar los recursos necesarios para financiar esa injusta brecha. La dignidad es más importante que la soberanía, un concepto este último, por cierto, decimonónico.
Así que, en lugar de quejarte sin motivos razonables, la próxima vez que te vea subiendo a un avión para regresar al país con las valijas cargadas de celulares, bebidas alcohólicas y zapatillas, quiero escucharte gritar bien fuerte: ¡Viva la libertad, carajo!
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