La producción de cordero pesado precoz se perfila como la clave para que la carne ovina gane espacio en el consumo masivo argentino. Con prácticas como servicios escalonados, creep feeding y genética carnicera, los productores pueden asegurar cortes de calidad y abastecimiento continuo.
La carne ovina podría seguir el camino que recorrió la avicultura en Argentina y transformarse en una opción cotidiana en la mesa de los consumidores.
Así lo plantea el Ing. Agr. Néstor Franz, responsable de la Agencia de Extensión Rural de INTA en Coronel Moldes (Córdoba), quien sostiene que el sector dispone de condiciones productivas y de mercado para dar un salto de escala si logra ordenar su cadena y consolidar una oferta continua.
Franz recuerda el antecedente de la industria del pollo, que a partir de un plan sectorial logró instalarse en pocos años como la segunda carne de consumo en el país. “Con la carne ovina puede ocurrir algo similar si se repiten políticas de desarrollo que ya demostraron ser exitosas”, afirma.
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Cordero pesado precoz: cortes adaptados al consumo cotidiano
El especialista señala que la clave está en producir un cordero pesado precoz, un animal de 4 a 5 meses y 50 a 55 kilos vivos, que permite obtener entre 22 y 25 kilos de carne en cortes adaptados al consumo diario. A diferencia del cordero liviano tradicional, pensado para la cocción entera, este sistema busca ofrecer piezas fraccionadas que puedan competir en la góndola con la carne vacuna, aviar o porcina.
Para alcanzar ese objetivo, los productores deberían adoptar servicios escalonados, el uso de razas con genética carnicera y el aprovechamiento de prácticas de manejo como el Creep Feeding y el Creep Grazing, que permiten suplementar al pie de la madre y sostener un crecimiento acelerado.
Según Franz, prolongar la lactancia hasta 120 días y manejar rodeos en campos agrícolas con pasturas de alfalfa y gramíneas asegura animales homogéneos y con bajo engrasamiento.

El desafío, reconoce, está en reducir la mortalidad perinatal y sostener la oferta a lo largo del año. “Con servicios cortos y razas desestacionalizadas es posible abastecer de manera continua”, asegura.
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Cómo ordenar la cadena ovina y seguir el ejemplo de países exitosos
Más allá del trabajo a nivel predial, el referente de INTA remarca la necesidad de ordenar la cadena comercial. La informalidad y la falta de articulación entre productores, frigoríficos, distribuidores y puntos de venta siguen siendo obstáculos para el crecimiento del sector.
Asimismo, destaca que en los últimos años surgieron empresas que ofrecen instalaciones modulares, alimentos balanceados y tecnologías específicas para ovinos, lo que permite profesionalizar el negocio. “El productor debe dejar de pensarse como tenedor de ovejas y verse como verdadero productor ovino”, subraya.

En paralelo, Franz insiste en la importancia de replicar experiencias de países vecinos. Uruguay, por ejemplo, desarrolló cortes diferenciados basados en el modelo de Australia y Nueva Zelanda, logrando diversificar el consumo más allá de la parrilla. Hamburguesas, rellenos de pastas o preparaciones rápidas podrían convertirse en alternativas con alto potencial en el mercado argentino.
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La diversificación de proteínas, concluye, es estratégica para el país. “Hoy Argentina presiona demasiado sobre la carne bovina. Con mayor presencia de pollo, cerdo y ovino en el consumo interno, se liberarían saldos exportables de carne vacuna, que es la más demandada en el mundo”, sostiene.
En ese escenario, la carne ovina podría consolidarse como la cuarta opción en las góndolas, siempre que la cadena avance en organización, formalización y agregado de valor.
